De Alfonso Costa beiro se ha hablado mucho a lo largo de su carrera artistica. En esta página recogemos algunas de las cosas que se dijeron de él.

Esta agresividad característica de sus soluciones formales y de las temáticas que trata, no tiene en cuanto a tratamiento textural y matérico ninguno contrapartida. Como exquisito dibujante. como refinado pintor y como virtuoso de la pincelación, trata sus temas sin rugosidades, sin aspavientos sin espesores.
Damián Tur Marí. Revista Batik. 1974 (Barcelona)

Es la curiosidad de la creación lo que le guía en ese mundo imponderable y dramático de lo que él sugiere que pudo y puede ser, que, para él es una manera sin remedie El gran dibujante y el gran pintor que es este artista coruñés, no interpreta a Velásquez, no pretende hacerlo: se lo cuenta a sí mismo, o Traduce a su lenguaje, un lenguaje que hemos de reconocer lleno de pureza... Lo que en Costa Beiro hay de revolucionario del lenguaje visual responde a la claridad de su sensible manera de ser y estar en el mundo y en la vida con dos poderosísimas armas su dibujo y su pintura, y saber por qué es y está.
Fernando Gutiérrez. La Vanguardia Española. 1974 (Barcelona)

 

Ahí está; valiente con plena sinceridad expresiva, en su original naturalismo proféctico. La obra de Alfonso Costa es de las que sobrecogen y extrañan en un instante previo al descubrimiento de su incontenible creatividad.
Es imposible parar el golpe. El efecto es la comprensión cada vez más amplia gracias al método elegido y a la fuerza del mensaje transmitido.
J. L. Martí Tusquets. 1976 (Barcelona)

Los interiores humanos. No sé si exagero si califico la pintura de este artista gallego de intelectual. Y digo intelectual en el buen sentido de la palabra. No porque los signos que utilice para plasmarla sean criptográficos, ni que su pintura exija un esfuerzo considerable del espectador para interpretarla Sino porque, ante sus cuadros uno no puede por menos de detenerse y meditar.
Rafael Jaume. Ultima Hora. 1980. (Palma de Mallorca)

Junto a esto imaginación desbordada a esta alada fantasía, subyace un equilibrio de las nebulosidades psicológicas que caracterizan las formas pasadas por el tamiz de un denso contenido. Fantasía pícara muchas veces goliardesca, otras, siempre con firme tensión lúdica que transita los entresijos del alma y de a carne para damos una visión, repito plenamente humanizada.
Fernando Mon. Ideal Gallego. 1980

Costa Beiro es un joven pintor que está en posesión de una madurez sorprendente. Sus telas tienen una ejecución y una sobria capacidad expresiva, con un ajustado color cuya tensión manifiesta, pasa a convertirse en una gran realidad vista desde dentro hacia fuera.                                                                        José Bauza y Pizá. Diario de Mallorca. 1980    l0

 

Hoy por hoy,   su pintura ya sólo sabe a él, es indiscutiblemente suya y, por si fuera poco, no habla sólo del artista que conoce su oficio, sino del que derrocha, también fantasía e imaginación.
Alfredo Vigo. La Voz de Galicia. 1981

                         

Costa domina el oficio y pinta con extraordinaria soltura, de manera que las texturas de sus cuadros contribuyen a esa capacidad de inefable atracción que tiene toda obra. Podría quedarse en lo literario, y corre, creemos que deliberadamente, ese riesgo, Más al fin Costa Beiro impone su condición de neo barroco, rotundo y aladado a un tiempo, distribuyendo masas y etereidades con una sabiduría impar que dan a este artista personalidad inconfundible.
  Francisco Pablos, Renovadores de la Plástica Gallega. 1981. Vigo

 

En concreto a obra de Costa representa na nosa terra, unha máis seris aportacións a unha sensivbilidade mui achegada, polo seu vóo onírico, a súa atmósfera e a súa operatividade ó surrealismo. E non só niso senón tamén sarcasmo, no humor negro, na imaxinación e no ertismo rebordantes, na sinraxón, nos encontros, nos parecidos,nos soños e, en xeral nas realidades sorprendentemente atopadas, alucinadas.
Xavier Seoane. La voz de Galicia. 1981

A lo que sí permanece fiel el pintor noiés es a su preocupación por el movimiento, que si es evidente en sus cuadros de temática deportiva no está prácticamente ausente nunca de su obra. Fuerza, tensión, movimiento; arquitecturas derruidas, fuego, destrucción, personajes sugeridos, ambiguos... configuran el mundo particular, atractivo y sugerente como pocos, gótico y barroco expresionista y surrealista.
J
oaquín Lens. El Correo Gallego. 1987

Lienzos y murales, es constantemente una seducción y un dramatismo, sus personajes pictóricos, extraños, surrealistas, psicológicos, como brotados de intensas alucinaciones, navegan unas atmósferas evanescentes, aéreas, musculosas y líricas, prófugas y estáticas por la calma ardiente de lo fantasmal, lo cromático y, la sonrisa sardónica de la locura... ¿Qué mundos crecen en a masa encefálica de Alfonso Costa, qué sueños desgarrados, qué rapto de locura.
Carlos García Bayón. La Voz de Galicia. 1988 

 

No es que el pintor se haya propuesto, como diría Ortega, "deshumanizar la realidad” sino todo lo contrario: deformarla, con arreglo a su sentido estético, a su formación cultural, a su racional intención, para humanizarla, transformándola, dándonos otra nueva, a través de todas aquellas circunstancias, con un resultado espectacular, enriquecedor y cargado de sugerencias, porque ha sido realizado, con la pasión juvenil y la madurez de uno larga y concienzuda experiencia.
Cesáreo Rodríguez – Aguilera

Costa busca continuamente su naturalidad, su espontaneidad, su pintura... Pero participa en lo fundamental de las inquietudes de nuestro tiempo. Sus pasiones su modo de "estar" en pintura, sus búsquedas y sus hallazgos se encuentran en perfecta sintonía con la de los mejores pintores de este siglo.
José Manuel García Iglesias. 1991

Alfonso Costa posee un lenguaje pictórico rico y refinado, entreverado de exquisiteces, con lo que el nos cuenta el drama interno del hombre llamado a ser ángel por sus potenciales virtudes y que tiende a ser demonio al complacerse en la realidad de sus vicios. No es un moralista, sino un testigo que cuenta lo que ve y establece con su arte las imágenes que más representan a la actual sociedad. Pintura dura por lo que cuenta, pero muy bien expresada.
Josep M. Cadena. 1993. (Barcelona)

Es la suya una pintura de sintaxis trastocada que describe, bajo el misterio de su superficie indescifrable, la lógica de un mundo que expresa las pulsiones ocultas del alma. Así crea imágenes de sentido polivalente; donde conjuga lo mecánico y lo anatómico para designar, al mismo tiempo, el primitivismo y el avance tecnológico, lo visceral y lo racional, lo interior que simboliza al hombre y lo exterior simbolizado en el objeto.... morfologías donde lo humano cobra múltiples dimensiones que transcienden la cotidianeidad para formularse en espíritu, sensualidad, cosmos. Necesariamente ha de ser este aparente desorden formal, el elemento que ha de forjar los monstruos. Esta figura como personificación del ser en rebelión con el otro ser que lo habita. Así la plástica de Alfonso Costa deriva en la dialéctica, en diálogo constante de formas, en dualidad trágica.
Emilia Veiga. Casa de Galicia. 1994

Alfonso Costa é leal aos mitos e deuses da pintura. Hai nel unha autenticidade clásica, unha fe creativa que lle permite afrontar crisis, rupturas e desafíos expresivos coa serenidade de quen non teme o baleiro e é quen de píntalo. Vese ben que a pintura é o seu habitat, a sebe onde toca cos fíos de luz e limo arderte o ronsel que deixan os seres e os espacios da memoria.
O lenzo é o veo dos soños. Fican nel as cores como ligue dos adentros.
Manuel Rivas. Caixa Galicia. 1995

Alfonso Costa tiene la cara de angelote sonrosada, si no de timidez   (que a lo mejor), sí de quien ha de enfrentarse cada día al rocío de la mañana sin más abrigo que su talento sabiendo además, que a veces el tiempo es caprichoso y hasta insensato; pero este hombre parece capaz de sacarle chispas ala escarcha v de hacer bellísimas filigranas con el mismísimo vaho de su aliento. No está claro en fin si será fin o trono, sí que sus ojos y sus manos son capaces de retener en cada signo, color textura, forma, el latido de esta otra vida que transcurre bajo la apariencia de las cosas, para mostrarla o los que están al otro lado del retablo. Contempladores.
Jorge Llorca. Diciembre 1997